El 40% de los argentinos padece trastornos para conciliar el sueño. Según los especialistas, hoy se duerme bastante menos que años atrás. El fenómeno es mundial. ¿Por qué el hombre le resta importancia a una función vital para el desarrollo de la vida? Causas, consecuencias y soluciones.
Para captar su atención desde un principio y mantenerlo despierto hasta el final, comenzamos con una de esas sentencias que, al leerlas, dejan a todos pensando: hoy, el hombre duerme dos horas menos que en la década de los sesenta. ¿Quiere que seamos más explícitos? Según la Asociación Argentina de Medicina del Sueño (AAMS), el 40% de los argentinos padece trastornos para lograr dormirse. “Entre el progreso y las hormigas, se comieron todo”, dijo alguna vez un tanguero de ley, que nunca pensó que dentro de ese “todo” figuraría el descanso. Es que la modernidad impuso sus tiempos y le impregnó a los quehaceres cotidianos una velocidad récord (¡¿adónde quedaron las gloriosas y reparadoras siestas?!). Así las cosas, se hace notoria la escasa cantidad de horas que se le dedican al reposo nocturno.“Tenemos la idea de que el sueño es inútil”, define el profesor Daniel Cardinali, investigador superior del CONICET y director del Departamento de Docencia e Investigación de Ciencias Médicas de la Universidad Católica Argentina (UCA). “No estamos preparados para responder a una sociedad sin horarios, en la que se está en marcha las veinticuatro horas y sólo se duermen seis. Una justa división del tiempo debería ser: un tercio de este para el trabajo, otro tanto para el entretenimiento y las ocho horas restantes para reposar. Pero este esquema está muy deformado. ¿Por qué? Porque se trabaja más de lo que corresponde”. Este fenómeno no sólo abarca al ámbito local, claro. Los expertos del mundo también se muestran preocupados por la problemática. Las aseveraciones se basan en un trabajo realizado en diferentes áreas urbanas de Buenos Aires, San Pablo (Brasil) y Ciudad de México, que concluyó que el 65% de la población reporta haber experimentado trastornos del sueño en los últimos doce meses. El 40% de estos trastornos fueron identificados de moderados a graves. Para Roberto Ré, médico especialista en Psiquiatría, miembro fundador de la Asociación Argentina de Trastornos de Ansiedad (AATA), director de la Red Sanar y autor de varios libros (Vida sin distrés y Nuestra salud mental, entre otros), el sueño es una función vital olvidada. “Hay algo que nuestra cultura no comprende ni tiene en cuenta: así como comer, respirar o beber agua, el sueño es una función vital –destaca Ré–. Actualmente, esta se encuentra desvalorizada y despreciada por las nuevas generaciones, que pretenden, a costa del sueño, aumentar el tiempo de eficiencia en distintas áreas de la vida. Esto tiene su implicancia en la salud. Dormir mal puede alterar la psiconeurofisiología de la persona y causar trastornos corporales, emocionales, mentales, sociales, valóricos y espirituales”. La alteración de los ciclos naturales de sueño y vigila –debido, entre otras causas, al modelo productivo imperante– es padecida tanto por hombres y mujeres, como por adolescentes y niños. En cuanto al primer grupo, los especialistas coinciden en que, no hace muchos años, los problemas del sueño no reconocían cuestiones de género. No obstante, la irrupción femenina en el campo laboral y en el ámbito de poder –que las llevó a exigir al organismo “más de la cuenta”– cambió el paradigma. Para Ré, hay disimilitudes notorias entre los trastornos del sueño de ellas y de ellos. “La diferencia radica en los roles biológicos y sociales de cada uno, y de qué forma responden adaptativa, física, emocional, mental, valórica y espiritualmente. La diversidad de roles –y su superposición– hace que la mujer sea proclive a mayor distrés (un poderoso factor de trastorno del sueño). Otras alteraciones características del sexo son: alimentarias, de climaterio, menopausia, disforia premenstrual, distimia, ansiedad, depresión y síndrome del nido vacío. Todas ellas pueden provocar insomnio. En el hombre, las hormonas son bastante constantes hasta los 50 años. Pese a ello, hoy se observan hombres con andropausia, con alto grado de irritabilidad, con disminución de la energía y la vitalidad, y con quebrantamiento de la voluntad que puede ocultar un cuadro depresivo enmascarado”.Como ya se dijo, los más jóvenes no están exentos. Según Cardinali, hay severos inconvenientes de sueño entre chicos de uno a cuatro años. ¿A qué se debe? Los factores se extienden desde que se quedan hasta muy tarde esperando a los padres hasta el uso inadecuado de la tecnología. “Internet es un clarísimo ejemplo: cada vez más argentinos pasan gran parte de sus noches ante pantallas de monitores, que producen, por lo menos, dos fenómenos de trascendencia para los ritmos de sueño vigilia: por un lado, expolian el período natural de sueño, reduciéndolo a niveles de peligro; por el otro, agregan un factor disturbador: la luz del monitor, en ese momento del período circadiano, provoca retardos de fase del reloj biológico, con un sueño más tardío en las noches subsiguientes”. Pero ¿por qué dormimos mal? El distrés es un enemigo difícil de sortear. ¿Otros oponentes? La falta de actividades neuromusculares –que no aportan el cansancio necesario para dormir bien–, el retraso de fases y la alteración de los ritmos cronobiológicos. “El sano dormir lo permite la actualización del tono vital saludable, junto a la regulación de los ritmos de vida –sostiene Ré–. El tono vital es aquel que proporciona la energía genuina y que tensiona promoviendo el vigor, la eficacia y la autorrealización personal. Quien duerme bien no sólo restablece las funciones vitales, sino que repara la energía liberada del día anterior. Asimismo, resulta categórico asentir que quien duerme mal enferma. Ya lo afirmó Hipócrates: ‘Sueño excesivo/sueño acortado: señal de enfermedad’”. Durante las horas que uno cierra sus ojos, el cuerpo cumple con determinadas funciones: secreción de hormonas, cambios en las actividades digestivas, y modificaciones de la temperatura, la frecuencia cardíaca y la respiratoria. Todas ellas son claves para el mantenimiento de la salud. Por eso, es imprescindible no prolongar la vigilia a expensas del sueño y encontrar un equilibrio entre ellos. “Muchas pandemias, como la hipertensión arterial, la diabetes y la obesidad, se vinculan con la insuficiencia de sueño”, advierte Cardinali.
Una carrera contra el relojLas apneas del sueño (breves interrupciones respiratorias) y el insomnio son los principales trastornos asociados a la falta de descanso nocturno. En cuanto a las primeras, aparecen en el 4% de los hombres y en el 2% de las mujeres. Estas generan despertares nocturnos, fragmentación y mala calidad del decanso, además de afectar la correcta oxigenación del cerebro. Por su parte, el insomnio es la dificultad de conciliar, mantener o sostener el sueño. “Su tratamiento inicial es cognitivo. O sea, hay que darse cuenta de que al sueño hay que respetarlo y cuidarlo. En síntesis, dormir cuando se tiene sueño y tratar de detectar todo aquello que pueda interferirlo”, aconseja Cardinali.El insomnio requiere de una historia clínica y de un examen médico-psiquiátrico complejo. Por lo tanto, hace falta un diagnóstico adecuado y específico, en el que se evalúa: la higiene del sueño, los estilos de vida, la alimentación, psicoeducación del paciente y de la familia, el grado al que le es posible relajarse, cómo regula esta persona los ritmos biológicos, la terapia cognitiva comportamental, el control de estímulos, la resolución de problemas y la medicación específica. “Lo último que hay que indicar es la medicación. Lamentablemente, es lo primero que se realiza –acepta Ré–. Más del 90% de los pacientes que acceden a un correcto tratamiento regularizan, en pocas semanas, los ritmos circadianos y su sueño”. Los expertos concuerdan en que el aumento de consultas en los centros de salud se debe a que, en la sociedad, también crecieron los problemas. Se vive en un estado de ansiedad permanente, que se traduce en una carrera por ganarle a las agujas del reloj y estar siempre un “poquitito” más despiertos. Es hora, entonces, de comprender que el sueño es casi un sinónimo de calidad de vida. Por eso, si usted es de esos lectores noctámbulos, la nota termina aquí. Apague la luz… y a dormir. Enemigos del sueño•En la calle hay un número sorprendente de individuos que manejan somnolientos por carencia de sueño. Aquí, una de las causas de los graves y frecuentes accidentes de tránsito en las calles y rutas argentinas (y del mundo). •El verano también es una época en la que afloran dificultades para apoyar la cabeza en la almohada y lograr descansar. Las altas temperaturas y la luz solar intensa contribuyen a la cuestión.•Los habitantes de los países que padecen crisis económicas sienten alterada su estabilidad emocional. Las presiones, las ansiedades y los miedos de perder el trabajo llevan al individuo a transitar el día de manera insatisfactoria. Esto puede traer decaimiento, dolores de cabeza y falta de motivación.
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